sábado, 25 de junio de 2016

El instante de peligro


Hay momentos en los que los platos rotos ya no se pueden volver a pegar, en los que la vajilla se ha hecho añicos, en los que aceptar la derrota parece lo más razonable y sin embargo me niego a creerlo, me niego a dejar de luchar. El instante de peligro habla de esos momentos de esos turning points, como dirían los ingleses aunque ya no quieran cuentas con Europa, de la importancia de las imágenes y de la memoria. Es una novela que hace reflexionar sobre el sentido de hacerse preguntas, aunque, a veces es mejor no saber, la verdad puede doler demasiado y en el fondo algunas preguntas no son más que el reflejo de miedos e inseguridades disfrazados de curiosidad.

La verdad es que cuando empecé a leerlo no sabía qué frase subrayar porque cada frase es una obra de arte, el problema viene después cuando te adentras en la historia y empiezas a descubrir que las cosas no son lo que parecen, cuando interpretas como resta lo que el autor dice que suma, cuando la grabación de una imagen estática parece una pérdida de tiempo por más que lo quieran vender como cine experimental. Si lo que quieres es recordar, ¿no sería más fácil hacer una foto y mirarla el tiempo que quieras? Toda esta teoría de la imagen estática y en movimiento está muy bien pero no deja de ser pasado y el pasado no se mueve.

¿Quiénes somos realmente? ¿nos dejamos ver? ¿queremos que nos vean? estas son otras de las cuestiones que plantea el libro y he de reconocer que me las había planteado ya antes. Lo que somos va más allá de lo que hacemos o decimos, queda por encima de todo eso, pero al tratar de racionalizarlo todo, nos perdemos. Esta novela también me hace pensar en el karma, en los giros de la vida y en la posibilidad de haber sido alguien que ya no eres ¿hasta que punto nos habla una imagen? ¿qué es la normalidad? ¿qué es el arte? ¿podemos ser arte?  Y dicho esto,  termino con una frase de Pascal "El corazón tiene razones que la razón desconoce"

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

Racionalizar es un verbo con demasiadas contradicciones, como casi todo en la verde.